Aquí os cuento como visité un restaurante mexicano en Chiang Mai, y las experiencias que me proporcionó este día
Este día amaneció con un ritmo más pausado que los anteriores. Mi cuerpo agradecía un poco de descanso después de tantos días llenos de actividades y emociones. Mi rutina matutina en Chiang Mai, que ya se había vuelto familiar, incluía un desayuno de fruta fresca, seguido de un café que parecía tener propiedades adictivas. Luego, como era costumbre, me dirigí a la piscina para recargar energías, pasé un rato en el balcón disfrutando de la vista y me sumergí en la creación de contenido para mis blogs. Esta rutina diaria, aunque sencilla, se había convertido en una parte esencial de mi experiencia en esta ciudad.
Discutiendo con «DriveGirl»
Mientras estaba en casa, recibí una llamada de «DriveGirl«, la cual me propuso la idea de vernos de nuevo. Sin embargo, las últimas conversaciones que habíamos tenido habían dejado algunas dudas en mi mente. Había mencionado cosas tales como “Si estas conmigo nunca más prepararás el desayuno en tu vida” entre otras cosas.
Yo buscaba disfrutar del tiempo con alguien en lugar de encontrar un sirviente. No me sentía agusto con una situación así.
A pesar de mis reservas, acordamos encontrarnos el domingo siguiente, dándonos un par de días para reflexionar sobre si realmente queríamos darle una oportunidad a seguir viéndonos.
La mayor parte de mi día la pasé trabajando, concentrado en mis proyectos y obligaciones laborales. Chiang Mai, con su combinación de ocio y productividad, había resultado un entorno propicio para mantenerme enfocado en mis tareas.
Al restaurante mexicano a cenar
Por la noche, me dirigí al restaurante mexicano que la chica de México que conocí en un brunch previamente había encontrado. El lugar, llamado «Salsa Chicken,» nos acogió con su ambiente acogedor y deliciosa comida.
Me acompañaban «Matthew» y «Gila,» con quienes había compartido muchas aventuras y conversaciones en Chiang Mai.
Durante la cena, la chica de México compartió anécdotas intrigantes, mencionando que había conocido a figuras políticas de renombre, incluido Putin, en el pasado. Aunque no reveló detalles de lo que se discutía en esas reuniones, su mención despertó la curiosidad de todos en la mesa. Pobre, creo que a cierto punto se vio un poco atorada con tantas miradas.
La comida en «Salsa Chicken» no solo satisfizo nuestro apetito sino también nuestras expectativas. La calidad y cantidad de la comida eran notables, y el precio resultó sorprendentemente asequible, lo que hizo de esta cena una experiencia agradable en todos los sentidos.
Después de la cena, regresé a mi apartamento, donde la tranquilidad reinaba. Este día, aunque menos movido que otros, fue un recordatorio de que no todos los días de mi viaje tenían que estar llenos de emociones y aventuras; a veces, un ritmo más pausado era justo lo que necesitaba para recargar energías.