La suave luz del sol se filtró por las cortinas de mi habitación, despertándome después de una noche de diversión en la que había disfrutado hasta altas horas de la madrugada. Aunque me sentía cansado y notaba una leve resaca, las risas y la emoción de la noche anterior valieron la pena.

Mi rutina matutina en Chiang Mai siguió su curso habitual: un refrescante chapuzón en la piscina, una taza de café en mi balcón mientras admiraba la vista y un rato dedicado a mis blogs. El trabajo también se abrió paso en mi mañana, pero no me importó, ya que disfruto con lo que hago.

Nostalgía en Chiang Mai

Sin embargo, la tarde trajo un cambio en el ritmo del día. Me dirigí a uno de mis lugares favoritos en la ciudad, un rincón donde los juegos de mesa y la diversión estaban garantizados. Allí me encontré con «Matthew» y «Giordios«, dos amigos con los que había compartido muchas tardes de entretenimiento en este mismo lugar.

Decidimos dejar a un lado el grupo con el que nos habíamos encontrado y nos sumergimos en otra partida del juego de cartas Dominion. Este juego se había convertido en una especie de vicio para nosotros, y cada partida era una competición emocionante que involucraba estrategia, risas y, a veces, un poco de picardía. Ganar era gratificante, pero la verdadera recompensa era la diversión compartida. En otras palabras… teníamos más vicio que una garrota.

Tomando unas cerves

Terminada la partida, nos dirigimos a un bar cercano a tomar unas cervezas. Mientras brindábamos y compartíamos historias sobre nuestras vidas, una sensación agridulce se coló en la conversación. Era uno de los últimos días que pasaríamos juntos en Chiang Mai, y la realidad de las despedidas comenzaba a pesar en nuestros corazones.

«Matthew» planeaba su próxima aventura en Vietnam antes de regresar a Estados Unidos, mientras que «Giordios» tenía que volver a su lugar de trabajo. Yo, por mi parte, me preparaba para una emocionante excursión que marcaría el inicio de un mes de vacaciones, una etapa de mi viaje que había estado esperando con ansias.

El ambiente en el bar estaba cargado de nostalgia, y a pesar de la tristeza que traen las despedidas, recordábamos con cariño los buenos momentos que habíamos compartido en Chiang Mai. Riendo, reflexionamos sobre las aventuras, los juegos y las historias que habíamos vivido en esta ciudad lejana.

La verdad es que el bar donde fuimos era bastante tranquilo, los propietarios cerraron y se fueron a casa, y nos dejaron allí en la terraza tomando algo, la verdad es que fueron muy amables.  El sitio de llama Lucky Tree Kafe.

Con el anochecer, llegó el momento de decir adiós. Cada uno siguió su camino, sabiendo que las amistades forjadas en Chiang Mai eran especiales y que estos días quedarían grabados en nuestros corazones.

Este día, como muchos otros en Chiang Mai, me enseñó la belleza de la amistad y la efímera naturaleza de los encuentros en la vida de un viajero. A medida que nos despedíamos y nos enfrentábamos al futuro, me invadió un sentimiento agridulce, una mezcla de gratitud por lo vivido y tristeza por lo que se dejaba atrás.

Pero era el momento de ir a dormir, cosa que hice gratamente.